EL ARTE DE SOÑAR Y MORIR

Por Roger Vilar

Reignvald Vintersson aprendió el arte de controlar sus sueños. Si una noche soñaba con estrellas de fuego, podía, a su antojo, volver a soñarlo la noche siguiente, o cuantas quisiera. También podía inducir sus sueños. Así fue un tigre de Bengala, una serpiente, y un pez escurridizo. Una noche soñó que volaba. Estaba en la muralla de un alto castillo. Una horda de guerreros lo acosaba. Él se lanzó al vacío. Abrió los brazos, y voló hasta unas lejanas montañas. El placer fue enorme. Nunca había experimentado algo así. Indujo ese sueño durante varias noches. Voló sobre los paisajes más hermosos del planeta. Era embriagante. Empezó a dormir más para prolongar estas imágenes. En lugar de acostarse a las diez, lo hizo a las nueve, luego a las siete, por último, decidió dormir de once de la mañana hasta las diez de la mañana del día siguiente. Descendía al suelo y despertaba. Esta hora la utilizaba en alimentarse. Pero pasó algo nefasto. Una noche en la que volaba sobre la selva amazónica, un pájaro gigantesco lo persiguió. Era una especie de buitre que chillaba de manera horrorosa. Cada vez que Reignvald intentaba descender, el buitre lo impedía. Así pasaron tres meses sin que pudiera despertar. Desde el cielo, angustiado, veía como su cuerpo en la cama enflaquecía. Finalmente la carne de Vintersson murió. Ese día el buitre desapareció. Reignvald tocó tierra en un gran desierto. A pesar del sol no tenía sed ni calor. Vio una procesión de mujeres vestidas de negro. Seguían un carro que transportaba un ataúd. Reignvald abrió la tapa. Vio su propio rostro cadavérico y carcomido. Intentó alzar el vuelo. Pero ya no pudo hacerlo nunca más. Permaneció en aquel desierto para siempre.