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LA REINA DEL DESIERTO
LA REINA DEL DESIERTO
Por Roger Vilar
En la Ciudad de México se han agotado los disfraces de araña. Angélica Manzano, bailarina de 24 años, tardó una semana en conseguir el atuendo. Igual le sucedió a Melissa de Agostini, Tadea Abril, y María Ernestina. Ellas son parte de las 4 mil mujeres que hacen fila en el Auditorio Nacional para ser la protagonista de la obra musical “La reina del desierto”. La famosa puesta en escena, dirigida por Javier de Urándegui, narra la historia de una gigantesca araña que en el Sahara custodia un palacio de placeres excelsos. Sólo el hombre que logre besar al insecto obtendrá el premio, lo cual no solo es asqueroso, sino muy arriesgado, porque la alimaña mata a los que lo intentan. Es un papel difícil. Tres mil jovencitas ya han sido descartadas. Tadea Abril llora en las esquinas el fracaso. Es el turno de su amiga Arabia Pontano. Ha estado practicando durante meses. La violencia de su danza muchas veces la llevó a la alucinación. La bailarina no concibe su vida sin el papel de “La reina del desierto”. Vestida de araña enfrenta al aventurero. Es el bailarín Adolfo Arias, quien durante siete años ha logrado besar a la araña y entrar al palacio. El director le dice a Arabia Pontano que si no impide el acceso de Arias nunca obtendrá el papel. El bailarín arremete furioso una y otra vez. En medio de la danza logra besar a Arabia. Urándegui pide que la bailarina se retire. Pontano suplica con lágrimas una nueva oportunidad. Se la dan. Cuando el hombre está a punto de besar a la araña ella saca un puñal y se lo entierra en el pecho. El chorro de sangre baña el escenario. Javier de Urándegui se acerca a Arabia Pontano y le susurra: “Ahora eres La Reina del Desierto”. El contrato se firmó aquella misma tarde.